‘No hay un público tan fiel como el del rock’
En los 80 formó el grupo Belladona, antes de triunfar con Tahúres Zurdos, banda con la que publicó nueve discos. Aurora Beltrán es cabeza de cartel del Festival de la Associació de Músics de Tarragona, que se celebra hoy, y Raúl Cosano se puso en contacto con ella, vía telefónica, para departir sobre rock and roll.
Dos bandas, 17 años en Tahúres Zurdos. ¿Cómo le va en solitario?
Muy bien. Saqué mi disco, creo en mí y le pongo mucha ilusión. Ahora todo es distinto. Han sido muchos años con un grupo, con una manera de caminar distinta. Ahora las decisiones las tomo yo sola y, aunque todo fue muy bonito, ahora se te abren puertas que antes no existían, a pesar de estos tiempos.
La crisis hace mucho que se instaló en la música…
En este mundo, lo mejor es la música y que a todos nos gusta lo que hacemos. Lo peor es la gestión. Esas personas interpretan a la gente como un producto que está muy estandarizado. Antes había diferentes circuitos y ahora sólo hay una manera de darte a conocer al público. Si no estás en ese circuito, no existes.
¿Qué ha pasado?
Lo primero que se recorta es la cultura, y yo he visto una bajada de pantalones general. Yo no me los he tenido que bajar porque funciono en un nivel intermedio. Grabé un disco muy bien tratado y hago conciertos, aunque no demasiados. Pero, por ejemplo, en septiembre me voy a Nueva York, donde están locos por el rock en español. Es un buen momento para salir a tocar fuera, utilizando la pericia, peleando y agudizando el ingenio en estos momentos complicados. En este tiempo se nos ha ido la olla a todos, también en la música, y ha habido un pucherazo políticamente hablando. Ahora vienen las consecuencias.
¿Está componiendo?
Lo hago siempre, sobre la marcha. Hay que estar receptivo siempre y no encajonarse en un periodo concreto. Sobre todo, intento vivir porque luego debes tener material. Yo no soy novelista y no tengo esa capacidad de inventiva. Normalmente, todos tiramos de nuestra vida.
¿Han cambiado mucho esas letras en 20 años de carrera?
Te cambia el chip porque te importan otras cosas. Lo que no hay que perder nunca es la identidad. Somos diferentes pero hay que procurar que las canciones se mantengan. Hay temas que marcan, que tienen 30 años y te parecen actuales. La música debe ser imperecedera.
La canción por la que entregó su vida al rock fue…
Todo empieza poco a poco. Desde pequeña, tuve la suerte de tener gente a mi alrededor, como los hermanos mayores de mis amigas, que nos ponían discos de los Rolling, Bowie… La primera canción que me atrapó fue Five years, de David Bowie, y que después versioné al castellano. Un día te das cuenta de que estás metido en esto hasta las cejas. Seguí esa inercia hasta que llegó el día en que me alegré muchísimo de ser cantante. Vi que era mi pasión y que lo sabía hacer bien.
Esa guitarra que le regalaron de niña debió ser decisiva…
Con siete años, tuve una enfermedad por la que tenía que estar siempre sentada y en off. Mi padre, que era muy inteligente, como vio que yo era un bicho y tenía que estar quieta, me compró la guitarra para entretenerme... y acertó. Todo empezó como un juego. Fui autodidacta, no fue una cosa planeada… ¡y me costó muchas riñas aprender a tocar porque siempre estaba ahí apalancada!. De pequeño, nadie cree en ti pero cuando tus padres te ven feliz, ya se pasa todo.
Mujer y rockera. ¿Le ha costado a veces reivindicarse?
A todas las mujeres les cuesta un poco más. Depende de cómo te lo montes. Decidí que nunca debía aparentar y me decanté por hacer algo más duradero. Antes de Tahúres Zurdos, tuve un grupo con chicas y cuando llegábamos a tocar el resto de bandas decían: ‘A ver dónde van estas churris’. Pero luego nos ganábamos el respeto. Era bajar del escenario y ya todos nos respetaban. Igual siendo mujer tienes que hacer el doble de esfuerzo. Yo me lo he ganado a pulso... pero en otros trabajos también sucede.
¿Cómo está el rock en España?
No hay un público más fiel que el del rock. En la gira que hicimos con Barricada y Rosendo, la media de edad del público era tirando a mayorcita. Ahora han ido desapareciendo los garitos de rock, esos locales levantados por muchos rockeros. Pero ahora esa gente que viene a nuestros conciertos es la que tiene poder adquisitivo y esperemos que se aproveche ese tirón.
¿Qué quiere que pase en el futuro?
No miro mucho más allá. Mi intención es seguir haciendo lo que hago. Si me siento patética me daré cuenta yo misma. Espero seguir escribiendo las mejores canciones que pueda y mostrarlas. No me convertiré en una pantomima de mí misma, ni llegaré a ser un Camilo Sesto que se crea un personaje. Me considero inteligente para retirarme en el momento adecuado.
En los 80 formó el grupo Belladona, antes de triunfar con Tahúres Zurdos, banda con la que publicó nueve discos. Aurora Beltrán es cabeza de cartel del Festival de la Associació de Músics de Tarragona, que se celebra hoy, y Raúl Cosano se puso en contacto con ella, vía telefónica, para departir sobre rock and roll.
Dos bandas, 17 años en Tahúres Zurdos. ¿Cómo le va en solitario?
Muy bien. Saqué mi disco, creo en mí y le pongo mucha ilusión. Ahora todo es distinto. Han sido muchos años con un grupo, con una manera de caminar distinta. Ahora las decisiones las tomo yo sola y, aunque todo fue muy bonito, ahora se te abren puertas que antes no existían, a pesar de estos tiempos.
La crisis hace mucho que se instaló en la música…
En este mundo, lo mejor es la música y que a todos nos gusta lo que hacemos. Lo peor es la gestión. Esas personas interpretan a la gente como un producto que está muy estandarizado. Antes había diferentes circuitos y ahora sólo hay una manera de darte a conocer al público. Si no estás en ese circuito, no existes.
¿Qué ha pasado?
Lo primero que se recorta es la cultura, y yo he visto una bajada de pantalones general. Yo no me los he tenido que bajar porque funciono en un nivel intermedio. Grabé un disco muy bien tratado y hago conciertos, aunque no demasiados. Pero, por ejemplo, en septiembre me voy a Nueva York, donde están locos por el rock en español. Es un buen momento para salir a tocar fuera, utilizando la pericia, peleando y agudizando el ingenio en estos momentos complicados. En este tiempo se nos ha ido la olla a todos, también en la música, y ha habido un pucherazo políticamente hablando. Ahora vienen las consecuencias.
¿Está componiendo?
Lo hago siempre, sobre la marcha. Hay que estar receptivo siempre y no encajonarse en un periodo concreto. Sobre todo, intento vivir porque luego debes tener material. Yo no soy novelista y no tengo esa capacidad de inventiva. Normalmente, todos tiramos de nuestra vida.
¿Han cambiado mucho esas letras en 20 años de carrera?
Te cambia el chip porque te importan otras cosas. Lo que no hay que perder nunca es la identidad. Somos diferentes pero hay que procurar que las canciones se mantengan. Hay temas que marcan, que tienen 30 años y te parecen actuales. La música debe ser imperecedera.
La canción por la que entregó su vida al rock fue…
Todo empieza poco a poco. Desde pequeña, tuve la suerte de tener gente a mi alrededor, como los hermanos mayores de mis amigas, que nos ponían discos de los Rolling, Bowie… La primera canción que me atrapó fue Five years, de David Bowie, y que después versioné al castellano. Un día te das cuenta de que estás metido en esto hasta las cejas. Seguí esa inercia hasta que llegó el día en que me alegré muchísimo de ser cantante. Vi que era mi pasión y que lo sabía hacer bien.
Esa guitarra que le regalaron de niña debió ser decisiva…
Con siete años, tuve una enfermedad por la que tenía que estar siempre sentada y en off. Mi padre, que era muy inteligente, como vio que yo era un bicho y tenía que estar quieta, me compró la guitarra para entretenerme... y acertó. Todo empezó como un juego. Fui autodidacta, no fue una cosa planeada… ¡y me costó muchas riñas aprender a tocar porque siempre estaba ahí apalancada!. De pequeño, nadie cree en ti pero cuando tus padres te ven feliz, ya se pasa todo.
Mujer y rockera. ¿Le ha costado a veces reivindicarse?
A todas las mujeres les cuesta un poco más. Depende de cómo te lo montes. Decidí que nunca debía aparentar y me decanté por hacer algo más duradero. Antes de Tahúres Zurdos, tuve un grupo con chicas y cuando llegábamos a tocar el resto de bandas decían: ‘A ver dónde van estas churris’. Pero luego nos ganábamos el respeto. Era bajar del escenario y ya todos nos respetaban. Igual siendo mujer tienes que hacer el doble de esfuerzo. Yo me lo he ganado a pulso... pero en otros trabajos también sucede.
¿Cómo está el rock en España?
No hay un público más fiel que el del rock. En la gira que hicimos con Barricada y Rosendo, la media de edad del público era tirando a mayorcita. Ahora han ido desapareciendo los garitos de rock, esos locales levantados por muchos rockeros. Pero ahora esa gente que viene a nuestros conciertos es la que tiene poder adquisitivo y esperemos que se aproveche ese tirón.
¿Qué quiere que pase en el futuro?
No miro mucho más allá. Mi intención es seguir haciendo lo que hago. Si me siento patética me daré cuenta yo misma. Espero seguir escribiendo las mejores canciones que pueda y mostrarlas. No me convertiré en una pantomima de mí misma, ni llegaré a ser un Camilo Sesto que se crea un personaje. Me considero inteligente para retirarme en el momento adecuado.
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