‘Ahora somos unos currelas muy formales’
¿Cómo ha ido la experiencia?
El resultado ha sido muy bueno y la estancia resultó interesante. Conoces otra gente, otra manera de ver el rock’n’roll... Parece que allí nunca pasa nada pero hay mucha tradición para el rock.
Han asumido bastante riesgo.
Es nuestro disco más conceptual. Y sí, hay riesgo, teniendo en cuenta que hablamos de la Guerra Civil. Es fácil que esa temática levante ampollas. Llevamos cuatro años dándole vuelta a esta historia, sobre todo el Drogas, que se ha leído cantidad de libros. A las canciones no les damos un tratamiento de venganza ni de odio. Planteamos los 18 temas como historias personales, que tienen que ver con la gente, las cartas que escribían el día antes de ser fusilados para despedirse de la familia. Esa gente no mostraba odio. Sólo se despedía.
Ahí siguen, en la brecha…
No nos podemos quejar. Siempre es un buen momento. Poder llevar 27 años en un país que trata así el rock, con más conciertos que nunca, es un auténtico lujo. Estamos bien física y mentalmente. Seguimos con ganas de contar historias, de darle un meneo a la cabeza para no estancarse y hablar siempre de lo mismo.
Es el gran temor.
Eso nos come el tarro muchísimo. ¡Son tantas las canciones de nuestro repertorio que nos da miedo repetirnos!. En cuanto algo nos suena, lo tiramos a la basura.
¿Se quejan de cómo los medios tratan el rock, quizás como algo minoritario?
Eso para empezar... pero tampoco es tan grave. Es cuestión de que la gente de la calle siempre ha tenido la impresión de que los grupos somos unos viva la vida, que lo único que nos interesa es drogarnos, no trabajar y cepillarnos a todo lo que se nos ponga por delante. He escuchado a gente que dice: ¡Yo no les compro un disco a estos tíos que viven en casas gigantescas! No se nos trata como lo que somos: unos currelas, con nuestras horas de ensayo y carretera. Queremos que se nos trate como trabajadores. Lo pasamos bien, sí, pero no quiere decir que estemos todo el día bebiendo y drogándonos, aunque habrá gente que sí lo haga.
¿Se ven en los escenarios durante mucho tiempo más?
A los 30 no nos veíamos con 40 años. Cuando empiezas, no piensas en el futuro. Vives el momento. Sacar un disco al mercado ya es la ostia, ver que llegas a tocar a un recinto y está lleno, es alucinante. Son los sueños de chaval que se van cumpliendo. Ahora nos seguimos quedando estupefactos, con los ojos abiertos.
Pero esas juergas continuarán…
No, se acabaron. Ahora somos muy formales. Algunos entran al camerino y se sorprenden: ¡Sólo tenéis cerveza sin alcohol!. Las épocas de los excesos se acabaron. Además, ha sido más la fama del grupo que otra cosa. Ahora todo nos lo tomamos con más calma. El público se merece un respeto. Debes estar en perfectas condiciones. Por eso, cada vez nos cuidamos más, comemos mejor… se acabaron los bocadillos. Queremos ser más conscientes de los conciertos.
¿Cómo llegó el rock a su vida?
Me acuerdo que con 12 años escuchaba glam, grupos como Slade o Suzy Quatro. Era un sueño. Yo me imaginaba en el escenario…¡pero era soñar por soñar! Por eso me vi sorprendido cuando me subí a tocar. Fue alucinante.
Barricada está preparando su nuevo disco ‘La tierra sorda’, un álbum conceptual sobre la Guerra Civil española. Tras 27 años, la banda navarra sigue en la brecha, siendo una de las referencias del rock’n’roll de este país. Este jueves tocan en el Cambrirock, junto con otro mito, Rosendo, y Raúl Cosano hizo una llamadita a Alfredo para hablar de todo esto… y un poco más.
¿Barricada grabando en Finlandia un disco sobre la Guerra Civil? Suena surrealista.
En realidad lo hemos grabado aquí con mi hijo Iker, pero lo acabamos allí. Queríamos conocer otra manera de trabajar, explorar el sonido de los grupos nórdicos en la línea, por ejemplo, de Turbonegro. Siempre nos ha gustado ese ambiente. De ahí vino la idea.
¿Barricada grabando en Finlandia un disco sobre la Guerra Civil? Suena surrealista.
En realidad lo hemos grabado aquí con mi hijo Iker, pero lo acabamos allí. Queríamos conocer otra manera de trabajar, explorar el sonido de los grupos nórdicos en la línea, por ejemplo, de Turbonegro. Siempre nos ha gustado ese ambiente. De ahí vino la idea.
¿Cómo ha ido la experiencia?
El resultado ha sido muy bueno y la estancia resultó interesante. Conoces otra gente, otra manera de ver el rock’n’roll... Parece que allí nunca pasa nada pero hay mucha tradición para el rock.
Han asumido bastante riesgo.
Es nuestro disco más conceptual. Y sí, hay riesgo, teniendo en cuenta que hablamos de la Guerra Civil. Es fácil que esa temática levante ampollas. Llevamos cuatro años dándole vuelta a esta historia, sobre todo el Drogas, que se ha leído cantidad de libros. A las canciones no les damos un tratamiento de venganza ni de odio. Planteamos los 18 temas como historias personales, que tienen que ver con la gente, las cartas que escribían el día antes de ser fusilados para despedirse de la familia. Esa gente no mostraba odio. Sólo se despedía.
Ahí siguen, en la brecha…
No nos podemos quejar. Siempre es un buen momento. Poder llevar 27 años en un país que trata así el rock, con más conciertos que nunca, es un auténtico lujo. Estamos bien física y mentalmente. Seguimos con ganas de contar historias, de darle un meneo a la cabeza para no estancarse y hablar siempre de lo mismo.
Es el gran temor.
Eso nos come el tarro muchísimo. ¡Son tantas las canciones de nuestro repertorio que nos da miedo repetirnos!. En cuanto algo nos suena, lo tiramos a la basura.
¿Se quejan de cómo los medios tratan el rock, quizás como algo minoritario?
Eso para empezar... pero tampoco es tan grave. Es cuestión de que la gente de la calle siempre ha tenido la impresión de que los grupos somos unos viva la vida, que lo único que nos interesa es drogarnos, no trabajar y cepillarnos a todo lo que se nos ponga por delante. He escuchado a gente que dice: ¡Yo no les compro un disco a estos tíos que viven en casas gigantescas! No se nos trata como lo que somos: unos currelas, con nuestras horas de ensayo y carretera. Queremos que se nos trate como trabajadores. Lo pasamos bien, sí, pero no quiere decir que estemos todo el día bebiendo y drogándonos, aunque habrá gente que sí lo haga.
¿Se ven en los escenarios durante mucho tiempo más?
A los 30 no nos veíamos con 40 años. Cuando empiezas, no piensas en el futuro. Vives el momento. Sacar un disco al mercado ya es la ostia, ver que llegas a tocar a un recinto y está lleno, es alucinante. Son los sueños de chaval que se van cumpliendo. Ahora nos seguimos quedando estupefactos, con los ojos abiertos.
Pero esas juergas continuarán…
No, se acabaron. Ahora somos muy formales. Algunos entran al camerino y se sorprenden: ¡Sólo tenéis cerveza sin alcohol!. Las épocas de los excesos se acabaron. Además, ha sido más la fama del grupo que otra cosa. Ahora todo nos lo tomamos con más calma. El público se merece un respeto. Debes estar en perfectas condiciones. Por eso, cada vez nos cuidamos más, comemos mejor… se acabaron los bocadillos. Queremos ser más conscientes de los conciertos.
¿Cómo llegó el rock a su vida?
Me acuerdo que con 12 años escuchaba glam, grupos como Slade o Suzy Quatro. Era un sueño. Yo me imaginaba en el escenario…¡pero era soñar por soñar! Por eso me vi sorprendido cuando me subí a tocar. Fue alucinante.
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