El castillo de Aínsa se construyó en el siglo XI, bajo el reinado de Ramiro I de Aragón, y formó parte de la defensa de los territorios cristianos. Era una fortaleza infranqueable. Nadie osaba a perturbar su tranquilidad. Pero, unos mil años después, un buen puñado de rockeros, heavys y punks se pusieron de acuerdo para asaltar sus murallas. La invasión se hizo de manera pacífica pero con mucho ruido. Los jóvenes se instalaron en las entrañas de la villa y, durante dos días, gozaron con las mejores bandas de la escena nacional.
El Festival Internacional de Música Castillo de Aínsa 2010 dio un salto de calidad respecto a sus ediciones anteriores. Era la primera vez que apostaba firmemente por el rock (en 2009 sólo contó con Loquillo, Tako y Azero). Más de veinte grupos pasaron por el escenario ubicado en el patio de armas, el lugar donde, antiguamente, los soldados se entrenaban para ir a la batalla. Los conciertos empezaron a plena luz del día, bajo un sol de justicia, y acabaron bien entrada la madrugada. Apenas había tiempo para descansar. Fueron dos días y cerca de veinticuatro horas de guitarreo.
Para comenzar, una sorpresa muy agradable, el artista por confirmar que completaba el cartel era Muro. Esa noticia bien valía una cerveza… y a disfrutar. Los Nómadas del Rock, liderados por la cantante Elena Serrano, y Yeska, abrieron la pasarela con un sonido cercano al rock urbano. El primer peso pasado tardó poco en salir. Los Porretas, muy madrugadores, empezaron a dar caña a las seis y media de la tarde. Poco se puede decir a estas alturas de los de Hortaleza. Estuvieron en su línea, animando el cotarro con sus clásicos de siempre. Los decibelios subían al mismo tiempo que bajaba la temperatura.
Los malagueños Trifulca fueron de lo mejorcito de la noche. Los ganadores del concurso de maquetas Rec Band 2010 sorprendieron con su rock setentero, con tintes añejos, y su puntito a lo Black Crowes. Para rematar la faena, se atrevieron con el “Welcome to The Jungle” de Guns N’ Roses. Azero, una de las bandas que arrastró a más seguidores al festival, ya que tocaba cerca de casa, descargó su ‘Rock de Pueblo’ y sus letras críticas y directas al estómago. Mientras, Siniestro Total llegaba al recinto a bordo de un imponente Mercedes. Los gallegos han cambiado el punk por los trajes elegantes, pero conservan su sentido del humor y su actitud irreverente. Quedó confirmado, Julián Hernández está como una cabra (en el buen sentido, claro está). Gatillazo, en cambio, pinchó. Evaristo es un mito pero se ha quedado anclado en el pasado y ya no aporta nada nuevo. Su paso por Aínsa fue discreto.
Con el ambiente un tanto frío, Reincidentes resurgió de sus cenizas y subió el listón del certamen. Los sevillanos, con un Fernando Madina muy inspirado, recuperaron su trono. Pasan los años y ahí siguen –están preparando el lanzamiento de su nuevo disco–. Y más madera. Boikot recogió el testigo con su punk combativo y sus canciones cargadas de mala leche. Los madrileños continúan innovando y abriéndose hueco, aunque sea a base de golpes.El festival dio un giro con los catalanes Lilith. La banda liderada por Agnes Castaño, que teloneó a AC/DC en su última gira por España, escupió toda su rabia con un rock contundente y una puesta en escena muy cuidada: maquillaje, medias rotas, un buen par de botas… Es uno de los grupos con más proyección del rock nacional. Los zaragozanos Inestables cerraron la primera jornada.
Sin tiempo que perder, el sábado arrancó con los castellonenses Full Resistance, que dejaron muy buen sabor de boca entre el poco público que 'madrugó' para verlos en directo. A continuación Eternity paseó su nueva forma de entender el heavy metal, con guitarras afiladas y la voz aterciopelada de su cantante Raúl Velilla. Y llegó el turno de Saratoga. La banda madrileña actuó de las primeras porque tenía otro concierto horas más tarde en Barcelona. Cumplió el expediente entre clásicos y temas nuevos, aunque con tanto cambio de formación a algunos nos tienen hechos un lío.
Koma fue lo mejor del día. Los navarros, guiados por un espectacular Brigi, estuvieron un punto por encima de los demás. Envueltos en los elegantes trajes oscuros que caracterizan su etapa actual, 'sakearon' el castillo con un engranaje musical que rozó la perfección. Lujuria mantuvo el nivel en lo más alto. Después de veinte años en activo, siguen demostrando que el heavy metal está muy vivo en este país. Encendieron la llama de la fortaleza y pusieron la nota picante.
El thrash asomó la cabeza con Angelus Apatrida. Los de Albacete fueron una de las sensaciones del festival con su reciente ‘Clockwork’ bajo el brazo. Arropados por una importante legión de seguidores, completaron una actuación sobresaliente, con un pequeño homenaje a Iron Maiden incluido. En cambio, los vascos Su Ta Gar desentonaron. El grupo de Eibar no estuvo (esta vez) a la altura. Todo lo contrario que Muro. Los madrileños, que presumieron de su formación original, dieron una lección de speed metal, como en sus mejores tiempos.
Y de una leyenda a otra. Barón Rojo, que acudió a la cita con los hermanos De Castro, Rafa Díaz y Gorka Alegre, se dio un festín a costa de los temas más recientes de la banda. Faltaban Sherpa y Hermes Calabria, pero los Barones nunca fallan. Con las agujas del reloj a punto de marcar las cuatro de la madrugada, otra leyenda de nuestro rock, Obus, se subió al escenario con ganas de marcha. Con un Fortu muy metido en su papel de tipo duro, la veterana banda madrileña sacudió los cimientos del castillo con un breve espectáculo pirotécnico. Fue una de las puestas en escena más atrevidas del festival. En lo estrictamente musical también pasó la prueba con muy buena nota. The Bon Scott Band, con sus versiones de AC/DC, puso punto y final a un festival que estuvo animado por el incombustible Pirata.
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