
El Festival Internacional de Música Castillo de Aínsa 2010 dio un salto de calidad respecto a sus ediciones anteriores. Era la primera vez que apostaba firmemente por el rock (en 2009 sólo contó con Loquillo, Tako y Azero). Más de veinte grupos pasaron por el escenario ubicado en el patio de armas, el lugar donde, antiguamente, los soldados se entrenaban para ir a la batalla. Los conciertos empezaron a plena luz del día, bajo un sol de justicia, y acabaron bien entrada la madrugada. Apenas había tiempo para descansar. Fueron dos días y cerca de veinticuatro horas de guitarreo.

Los malagueños Trifulca fueron de lo mejorcito de la noche. Los ganadores del concurso de maquetas Rec Band 2010 sorprendieron con su rock setentero, con tintes añejos, y su puntito a lo Black Crowes. Para rematar la faena, se atrevieron con el “Welcome to The Jungle” de Guns N’ Roses. Azero, una de las bandas que arrastró a más seguidores al festival, ya que tocaba cerca de casa, descargó su ‘Rock de Pueblo’ y sus letras críticas y directas al estómago. Mientras, Siniestro Total llegaba al recinto a bordo de un imponente Mercedes. Los gallegos han cambiado el punk por los trajes elegantes, pero conservan su sentido del humor y su actitud irreverente. Quedó confirmado, Julián Hernández está como una cabra (en el buen sentido, claro está). Gatillazo, en cambio, pinchó. Evaristo es un mito pero se ha quedado anclado en el pasado y ya no aporta nada nuevo. Su paso por Aínsa fue discreto.

Sin tiempo que perder, el sábado arrancó con los castellonenses Full Resistance, que dejaron muy buen sabor de boca entre el poco público que 'madrugó' para verlos en directo. A continuación Eternity paseó su nueva forma de entender el heavy metal, con guitarras afiladas y la voz aterciopelada de su cantante Raúl Velilla. Y llegó el turno de Saratoga. La banda madrileña actuó de las primeras porque tenía otro concierto horas más tarde en Barcelona. Cumplió el expediente entre clásicos y temas nuevos, aunque con tanto cambio de formación a algunos nos tienen hechos un lío.

El thrash asomó la cabeza con Angelus Apatrida. Los de Albacete fueron una de las sensaciones del festival con su reciente ‘Clockwork’ bajo el brazo. Arropados por una importante legión de seguidores, completaron una actuación sobresaliente, con un pequeño homenaje a Iron Maiden incluido. En cambio, los vascos Su Ta Gar desentonaron. El grupo de Eibar no estuvo (esta vez) a la altura. Todo lo contrario que Muro. Los madrileños, que presumieron de su formación original, dieron una lección de speed metal, como en sus mejores tiempos.
Y de una leyenda a otra. Barón Rojo, que acudió a la cita con los hermanos De Castro, Rafa Díaz y Gorka Alegre, se dio un festín a costa de los temas más recientes de la banda. Faltaban Sherpa y Hermes Calabria, pero los Barones nunca fallan. Con las agujas del reloj a punto de marcar las cuatro de la madrugada, otra leyenda de nuestro rock, Obus, se subió al escenario con ganas de marcha. Con un Fortu muy metido en su papel de tipo duro, la veterana banda madrileña sacudió los cimientos del castillo con un breve espectáculo pirotécnico. Fue una de las puestas en escena más atrevidas del festival. En lo estrictamente musical también pasó la prueba con muy buena nota. The Bon Scott Band, con sus versiones de AC/DC, puso punto y final a un festival que estuvo animado por el incombustible Pirata.
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