Cuando uno está a casi 200 metros de altura en lo único que piensa es en que los cimientos del edificio estén bien sujetos. Ni se le pasa por la cabeza que allí se pueda encontrar un museo dedicado al rock and roll.
Pero la torre Olympiaturm de Múnich es especial. Está situada en el corazón del Olympiapark, un parque construido para los Juegos Olímpicos de 1972. Aquellos de los sangrientos atentados del comando palestino Septiembre Negro y de las siete medallas de oro del nadador estadounidense Mark Spitz.
Allí, desde donde la fábrica de BMW y el Olympia Stadium –antiguo campo del Bayern Múnich– se ven a escala diminuta, se esconde un pequeño rincón para mitómanos enfermizos de la ‘música del diablo’. El Rock Museum abrió sus puertas en 1968. Para acceder a él hay que subirse a un ascensor que asciende a una velocidad de siete metros por segundo. Es inevitable sentir un ligero cosquilleo por el estómago. Pero merece la pena.
En el interior de este pequeño santuario aguardan secretos íntimos de los más grandes del rock and roll: un dibujo hecho por James Hetfied, líder de Metallica, una dedicatoria de Kurt Kobain o los discos ‘Taken by force’ de Scorpions y 'Machine Head' de Deep Purple firmados por los miembros de los grupos. Las paredes de la sala están decoradas con cientos de fotografías a modo de mural: las miradas se pierden entre retratos de The Beatles, Elvis, Bob Dylan, U2, David Bowie, The Monkees o Michael Jackson. También cuelgan entradas de conciertos, la mayoría celebrados en el propio Olympiapark: Rory Gallagher, Eric Clapton, AC/DC, Tina Turner...
Y entre tanta celebridad musical en color y blanco y negro, un bombo de The Rolling Stones, la portada del periódico 'Bild' con la noticia del asesinato de John Lennon, un cartel del festival de Woodstock del 69, una guitarra de Frank Zappa, un piano con espejos de Elton John, unos pantalones de Marilyn Manson y una jukebox cincuentera. Algunos artículos están allí de manera permanente, otros sólo de paso. Todos están cuidadosamente expuestos en un espacio reducido que se puede visitar en apenas quince minutos.
Pero la torre Olympiaturm de Múnich es especial. Está situada en el corazón del Olympiapark, un parque construido para los Juegos Olímpicos de 1972. Aquellos de los sangrientos atentados del comando palestino Septiembre Negro y de las siete medallas de oro del nadador estadounidense Mark Spitz.
Allí, desde donde la fábrica de BMW y el Olympia Stadium –antiguo campo del Bayern Múnich– se ven a escala diminuta, se esconde un pequeño rincón para mitómanos enfermizos de la ‘música del diablo’. El Rock Museum abrió sus puertas en 1968. Para acceder a él hay que subirse a un ascensor que asciende a una velocidad de siete metros por segundo. Es inevitable sentir un ligero cosquilleo por el estómago. Pero merece la pena.
En el interior de este pequeño santuario aguardan secretos íntimos de los más grandes del rock and roll: un dibujo hecho por James Hetfied, líder de Metallica, una dedicatoria de Kurt Kobain o los discos ‘Taken by force’ de Scorpions y 'Machine Head' de Deep Purple firmados por los miembros de los grupos. Las paredes de la sala están decoradas con cientos de fotografías a modo de mural: las miradas se pierden entre retratos de The Beatles, Elvis, Bob Dylan, U2, David Bowie, The Monkees o Michael Jackson. También cuelgan entradas de conciertos, la mayoría celebrados en el propio Olympiapark: Rory Gallagher, Eric Clapton, AC/DC, Tina Turner...
Y entre tanta celebridad musical en color y blanco y negro, un bombo de The Rolling Stones, la portada del periódico 'Bild' con la noticia del asesinato de John Lennon, un cartel del festival de Woodstock del 69, una guitarra de Frank Zappa, un piano con espejos de Elton John, unos pantalones de Marilyn Manson y una jukebox cincuentera. Algunos artículos están allí de manera permanente, otros sólo de paso. Todos están cuidadosamente expuestos en un espacio reducido que se puede visitar en apenas quince minutos.
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