Para narrar lo que pasó, empezaremos por el final. Por Sôber. Los madrileños encabezaron el cartel. Llevaban ocho años sin pisar Tarragona. Entonces estaban de gira presentando el disco ‘Reddo’. Estaban en lo más alto. Ahora han perdido algo de fuelle. Su último álbum, ‘Superbia’, no engancha tanto. Aún así, siguen siendo una de las grandes bandas de este país. Sólo hay que ver el alboroto que montaron en Vila-seca. El concierto fue de menos a más. Por momentos le faltó ritmo. Empezaron en latín con ‘Superbia, el pelotazo ‘Diez años’ y 'Umbilical . La banda sonó muy bien desde el principio. A Sôber le sobra actitud. Para lo bueno y para lo malo. Son de los de cuernos en alto y posturitas.

El grupo madrileño terminó el concierto con fuerza, con las celebradas ‘Loco’ (con la colaboración de un espontanéo que subió al escenario) y ‘Sombras’. Fue un concierto sencillo, con algún altibajo, pero correcto. En la línea de cualquier bolo gratuito de verano.
El festival Vila-seca A Tope había arrancado seis horas antes con la actuación de El Artriste, que combina diferentes influencias, rock, grunge o rumba, con una importante dosis de humor. Le siguió Ke Pank Ke Punk, con versiones de La Polla, El Último Ke Zierre, Reincidentes o Porretas. The Eyeballs mostraron muy buenas maneras con un hard rock muy pulido y elaborado (a pesar de su nombre, cantan en castellano). Y como antesala de Sôber, los metaleros Gen XXI ofrecieron un espectáculo a medio camino entre Marilyn Manson y Depeche Mode, con una línea electrónica de base, riffs contundentes de guitarra y una voz melódica a la vez que robusta.
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