Los Toreros Muertos: Las dos orejas y el rabo


Pablo Carbonell se cambió tres veces de vestuario. Salió de  zombi con pantalón corto y corbata y acabó con algo parecido a un pijama de rayas. Entre medias, lució un casco de bola de discoteca y una camiseta de tirantes blanca. Es un showman, un cachondo mental y el alma de Los Toreros Muertos.

El popular grupo de la Movida Madrileña confirmó el sábado por la noche su particular doblete en Tarragona: segundo concierto en la Sala Zero en apenas diez meses, segundo llenazo. Cortaron las dos orejas y el rabo,  que dirían los expertos taurinos. Una locura, sobre el escenario y abajo.

Sin material musical nuevo –recopilatorios al margen, su último disco data de 1992– y con un espectáculo similar al que presentaron el pasado mes de noviembre, volvieron a sorprender  y conquistar al público con su humor ácido y punzante cargado de crítica subliminal y de corte gamberro. Con descaro. “Es divertido estar aquí, puedes hacer una canción con alcalde y gilipollas, por ejemplo… alcalde gilipollas. Es fácil”, reza una estrofa de su canción Mundo Mágico.

Los Toreros Muertos tiraron con acierto de todo su repertorio clásico. Suficiente para revolucionar al respetable. No son los mejores músicos ni sus letras  son las más elaboradas, pero enganchan. Tocan todos los palos: pop, punk, rock...  Y divierten. Son un grupo de grandes éxitos. Y en la renovada Sala Zero –ha cambiado de decoración– se activaron en modo recopilatorio: sonaron ‘Mi agüita amarilla’, ‘Yo no me llamo Javier’, ‘Manolito’, ‘Los toreros muertos’, ‘Falangista’ o la canción en inglés ‘On the desk’. Lanzaron serpentinas y confeti y se fueron en lo alto de una gran fiesta.

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