El popular grupo de la Movida
Madrileña confirmó el sábado por la noche su particular doblete en Tarragona:
segundo concierto en la Sala Zero en apenas diez meses, segundo llenazo.
Cortaron las dos orejas y el rabo, que
dirían los expertos taurinos. Una locura, sobre el escenario y abajo.
Sin material musical nuevo –recopilatorios al margen, su
último disco data de 1992– y con un espectáculo similar al que presentaron el
pasado mes de noviembre, volvieron a sorprender
y conquistar al público con su humor ácido y punzante cargado de crítica
subliminal y de corte gamberro. Con descaro. “Es divertido estar aquí, puedes
hacer una canción con alcalde y gilipollas, por ejemplo… alcalde gilipollas. Es
fácil”, reza una estrofa de su canción Mundo Mágico.
Los Toreros Muertos tiraron con acierto de todo su
repertorio clásico. Suficiente para revolucionar al respetable. No son los
mejores músicos ni sus letras son las
más elaboradas, pero enganchan. Tocan todos los palos: pop, punk, rock... Y divierten. Son un grupo de grandes éxitos.
Y en la renovada Sala Zero –ha cambiado de decoración– se activaron en modo
recopilatorio: sonaron ‘Mi agüita amarilla’, ‘Yo no me llamo Javier’, ‘Manolito’,
‘Los toreros muertos’, ‘Falangista’ o la canción en inglés ‘On the desk’.
Lanzaron serpentinas y confeti y se fueron en lo alto de una gran fiesta.
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