El reusense Jaume Blanc, conocido artísticamente como El Toubab, se
embarcó en abril en un viaje por Latinoamérica para empaparse de su cultura y
empezar a dar forma a sus nuevas canciones. Formó parte de grupos como
Presidents, Té Verde o La Voz de los Nadie y hace unos cuatro años cogió su
guitarra, se lió la manta a la cabeza y se dedicó a viajar y a tocar por
calles, bares y "allí donde me dejen". Tiene tres discos en solitario.
¿Qué le ha llevado por Latinoamérica?
¿Cómo surge esta travesía?
¿Qué es lo que más se le ha quedado grabado de esa
experiencia?
Comprobar que nosotros debemos de aprender mucho más de
América Latina que ellos de nosotros.
¿De dónde le viene esa inquietud para estar constantemente
en movimiento?
De la búsqueda constante de nuevos conocimientos en nuevos
horizontes. Cada cultura tiene un tesoro único y eso a mí me despierta interés,
quiero conocerlo, deseo entenderlo. Quiero sentirme vivo, crecer como persona y
ser un poco más humano.
¿Cómo capta la esencia de los lugares a los que va para
componer canciones?
Mezclándome con las gentes, pisando las calles, hablando
con ellos, preguntando mucho y, sobre todo, escuchando más que hablando.
África es una de sus musas.
África es el continente más rico del mundo. Allí siempre
reciben al visitante con sus puertas abiertas y una sonrisa enorme. Estoy
enamorado de África. No tardaré mucho en ir, porque allí es donde más feliz me
siento.
En Perú tocó en el ‘infierno’ de la cárcel de Ancón II.
El escritor mexicano Jesús Revueltas decía: «En este lugar
maldito donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la
pobreza». Y es así, todos no somos iguales ante la justicia. Si eres pobre y no
tienes dinero para un buen abogado puedes pudrirte en la cárcel. Tocar en el
Penal Piedras Gordas de Ancón II, en Lima, fue muy duro, salí sin energía. La
situación en la que viven es tan precaria que lo mínimo que uno puede hacer por
ellos es hacerles pasar un buen rato y hacerles olvidar por unos instantes del
infierno en el que habitan.
También probó suerte como músico en el metro en Canadá.
El metro es una buena escuela, allí te pagan por ensayar y
puedes percibir si una canción funciona o no. Si durante un buena rato nadie se
para y no te echan una moneda, esa canción es mejor dejarla e ir a por otra. Mis
discos nacen de los viajes y muchas de las canciones que se incluyen en ellos
son escogidas por la repercusión que tienen al cantarlas en el metro.
¿Tocar en la calle es duro?
Es lo más duro que hay porque la gran mayoría de gente
pasa ante ti sin prestarte atención. Pero, a la vez, es muy recomendable porque
te hace bajar a la realidad y comprender que cuando no estás en tu círculo más
cercano eres poco más que un anónimo cantautor y que tu caché depende del
público, no de tu ego.
¿Qué se siente cuando la gente pasa de largo?
Muchas veces te entran ganas de llorar y piensas en dejar
de cantar, aunque en otras ocasiones ocurren cosas mágicas que nunca te podrán
suceder durante una actuación en el mejor de los escenarios.
¿Es necesario tocar gratis en lugares de todo tipo para
darse a conocer?
Es necesario tocar gratis para aquellos que no pueden
pagar una entrada y valoran, agradecen y prestan atención con tu labor social.
Si hay negocio de por medio es mejor no tocar gratis, entonces, todos debemos
ganar o todos debemos perder. Hay que jugársela a partes iguales. La promoción
está en el día a día, en tus acciones. La música es un viaje y cada uno debe
saber decidir cuándo y dónde despedirse con elegancia.
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