No era la plaza de toros de La
Ventas ni tocaba ante miles espectadores. Tras el subidón del Rocktiembre,
Asfalto volvía a la realidad de los conciertos modestos: fiestas del barrio del
barrio de Chamartín de Madrid y un pequeño escenario enfrente de los caballitos
de la feria y los chiringuitos de asociaciones y partidos políticos, que se
sacaban un dinero vendiendo cervezas, bocadillos y patatas bravas. Casticismo
máximo.
La música de las atracciones sonaba de fondo mientras el público, poco
numeroso pero fiel, esperaba la salida de Julio Castejón y los suyos. Actuación
gratuita al aire libre, en el parque de Berlín, en una noche aún de verano pese
a ser 30 de septiembre.
Estos Asfalto poco tienen que ver
ya con los que partían la pana en los años setenta y ochenta. De aquella época
dorada, no sólo de la banda sino también del rock en España, queda su alma y
sus canciones. Banda sonora de una Transición y de un periodo de agitación
política que vuelve. Sólo Castejón fue testigo de aquello sobre el escenario.
Es el único miembro de la formación original que resiste. Más de cuarenta años
lleva luchando. Mantiene el nombre del grupo y se ha rodeado de músicos
jóvenes, de otra generación. Destaca su hijo Paul, virtuoso de la guitarra y la
flauta.
El concierto empezó a la hora de
la cena, a las nueve y media de la noche. Horario para todos los públicos y ambiente familiar. Por
delante, hora y media de buen rocanrol y nostalgia. Una cita para expertos en
Asfalto, que no se limitó a tirar solo de grandes éxitos, sino que rescató
temas menos conocidos de su etapa más reciente. Sin alardes técnicos, con
sencillez, sonaron como un grupo del siglo XXI: guitarreros por momentos y
poéticos en otros. Enseguida desgranaron la coreada ‘Más que una intención’ y
‘El pescador de sueños’, ejemplos de ambos lados.
Castejón, emocionado y feliz por
seguir sobre las tablas, agradeció al público una y otra vez su presencia. Es
uno de los grandes del rock patrio. Los tiempos han cambiado (o quizá no
tanto), pero su música sigue viva. Sus letras, cargadas de historia, son de las
que remueven por dentro al recordar cómo era aquella España gris a la que le
costó soltar lastre. ‘Días de escuela’, ‘Al otro lado’ y ‘Capitán Trueno’
rememoraron la época de la leche el polvo, el queso americano y la estufa de
carbón. Entonces las canciones eran un símbolo de rebeldía. Y Asfalto era uno
de los abanderados de aquel espíritu inconformista, soñador. Aún sigue
denunciando las injusticias. El quinteto se fue ovacionado tras ‘Rocinante’ y
‘Ser urbano’. La música paró y volvió el runrún de la feria.
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